
Jamás consiguió más que una líquida elevación en pleamares, una pequeña concentración de moléculas en su caudal, pero nunca se acercó siquiera a la condición inefable de ser tierra.
Fué como algunas personas, que sabiendose enormes, oceánicas, envidian lo que está debajo, lo que todos pisan, rompen en terrones, abren su vientre para arbolarlo porque acaso sospechan que es allí donde está la vida.
Donde los seres vivos van a alimentar sus pasos, y la clorofila exuda aire para las tráqueas de los insectos insignificantes.
Necesitan no ser ellos, ser los otros: eso es la envidia.
al principio de la entrada imaginé una gran boca, el final me lo confirmó, un gran abrazo
ResponderEliminarOtro, sonoio. La gran boca, toda una metáfora.
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